Gisela Edelvais Montani (nieta)

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El grandpa murió cuando yo tenía 4 años, así que no tengo muchos recuerdos, pero sí tengo cierto registro de alegrarme mucho al verlo, de ponerme en sus rodillas y sacudirme el mentón para entrechocar los dientes (lo que nos hacía a todos sus nietos). Y algo que me hacía reir mucho era que golpeaba los puños contra la mesa cuando comíamos en el breackfast room y saltaban todos los platos y cubiertos (Calculo que no le haría tanta gracia a la Granny eso).
El Grandpa fue mi primer encuentro con la muerte…. Me acuerdo de mi papá (Sonny) explicándome que su espíritu se había ido «cerca del Padre Celestial», que ahora no iba a sufrir más tos ni dolor, y creo que lo entendí bien, porque lo asumí con naturalidad y sin mucho cuestionamiento. No son muy vívidos los recuerdos, pero siento que dejó una marca especial en la crianza de sus hijos, y que mucho de él llegó a mi vida a través de mi papá, y espero poder seguir transmitiendo aunque sea algo de ese legado.
Es un hombre del que siempre escuché hablar bien, y eso no muchos lo logran! Orgullosa de ser su nieta, espero reencontrarme con él y agradecerle todo lo bueno que aportó a mi vida….
2015 09 27 Azul en la Plaza 012

Edelvais con su esposo, Martin y su hijita, Azul

 

Maximiliano Montani Martinez (Maxi) (Nieto)

RECUERDOS
Mario J. (Grandpa) con Maxi y Alex en sus rodillas junto a Inés y otros nietos

Mario J. (Grandpa) con Maxi y Alex en sus rodillas junto a Inés y otros nietos

Tengo muchos recuerdos del Grandpa, pero no llegan a ser sino momentos, situaciones, detalles…
Recuerdo que de pequeño, solía sentarme sobre sus rodillas y, al menos yo lo sentía así, tenía cierta inclinación a consentirme y prestarme atención, mientras que Granny y los tíos y primos solían relacionarse más con mi hermano, que no era tan introvertido como yo.
Era muy compinche y siempre con una sonrisa o una cara graciosa le quitaba seriedad a los reclamos o quejas que su esposa solía hacer.
Por aquel entonces, parte de la colección de comics de Superman y Batman de mi papá (Sonny), descansaban en un cuartito que servía de depósito para las cosas de escaso uso en la casa de mis abuelos. La Granny no era adepta a prestárnoslos por temor a que los rompiéramos, y, como buena guardiana de las cosas de su hijo, solía decirnos con una exagerada seriedad, pienso yo, para la edad que teníamos, algo como, «esas son cosas de tu padre, y si él no dice que si, yo no puedo sacarlas».
Pero el Grandpa se escurría en el cuartito y, silenciosamente, nos prestaba las preciadas historietas. 
Paradojicamente, quizás uno de las mayores experiencias con el Grandpa está relacionada directamente con su partida de este mundo. En el año 1991, yo tenía solo 13 años, y aunque valoraba los lazos familiares, creo que aún no era muy consciente ni maduro en cuanto a su verdadera importancia. El fallecimiento del Grandpa me encontró algo desprevenido, y me ayudo a comprender que los seres queridos pueden marcharse en cualquier momento. Esa experiencia fue el puntapié inicial en mi acercamiento voluntario y plenamente consiente hacia mi abuela materna, la abuelita Ester. Comencé a buscar charlar con ella, hacerle preguntas en cuanto a su niñez, a oír la música que a ella le gustaba… y a ser más cariñoso y expresivo.
Poco antes de su partida, estando internado en el hospital, el Grandpa me hizo una seña de complicidad una vez que se marchó la enfermera y en un susurro casi incomprensible, porque ya no tenía su voz, me dijo «no me dejan comer de esto, pero yo igual los tengo escondidos», y abriendo el cajón de la mesa de luz, sacó unos caramelos blandos de chocolate o dulce de leche, y me convidó uno, mientras se metía otro en la boca con una sonrisa de picardía. Creo que esa actitud define cuál era el carácter del Grandpa. Sin importar si uno era nieto, hijo, cónyuge o simplemente conocido, estoy seguro que todos coincidirán que él era «compañero», y lejos de elegir ser «juez» de quienes le rodeaban, prefirió ser «amigo».
Maxi, junto a sus hijos Milagros, Alan y Cristian.

Maxi, junto a sus hijos Milagros, Alan y Cristian.

Jimena Mansilla (Nieta)

Recuerdos

Jimena Mansilla

(Nieta)

Jimena, con su esposo, Cristian y su hijita Bella Caterina.

Jimena, con su esposo, Cristian y su hijita Bella Caterina.

Me acuerdo de verlo andar en bici vendiendo almanaques, con su gorrita, silbando hermosamente y con su inacabable sonrisa muy amplia como la de mi hermano Pato, que me la recuerda mucho, o la de Maxi y su parada chueca. Estos aportes no son para nada académicos (ja ja).  Pero, ¡cómo se hace extrañar! ¿no? Besos

PD: siempre renegando por el frío y la corriente de la galería.  «Esa puerta», decía…

Mario R. Montani (Sonny) (Hijo)

Recuerdos

Mario R. Montani (Sonny)

Hijo

 

Mario R. y Mario J. en Bariloche, 1974.

Mario R. y Mario J. en Bariloche, 1974.

Recuerdo que tenía yo entre 7 y 9 años cuando papá me elegía como acompañante para visitar a alguno de sus clientes de marroquinería o etiquetas engomadas. Lo hacíamos en un Ford modelo ’35 y luego en un más moderno y señorial Plymouth color negro, en horario vespertino, cuando él ya estaba libre de sus obligaciones en YPF. Por esas épocas yo era muy poco comunicativo (debo reconocer que con el tiempo ese rasgo se ha suavizado pero no desaparecido, de hecho, durante mi primera adolescencia, papá me otorgó el risueño mote de “la Incógnita”) y supongo que él deseaba aprovechar el tiempo y que pudiésemos estar juntos. En los vehículos que tenían radio escuchábamos música mientras comentábamos las cosas del día.

Los periplos nos llevaban al centro de la ciudad y a algunos de sus barrios, pero recuerdo de forma especial los viajes a Punta Alta y al puerto de Ingeniero White. Había en este último lugar un cliente que tenía un kiosco. Este señor poseía una colección de historietas de guerra de Ernie Pike que me prestaba pues sabía que era cuidadoso y buen lector. Yo ignoraba por aquel entonces que aquellos comics estaban escritos por Héctor Oesterheldt (quien firmaría luego El Eternauta y desaparecería durante la dictadura) y dibujados por Hugo Pratt, un italiano afincado en nuestro país que luego retornaría al suyo para crear Corto Maltese y hacerse famoso. Tampoco sabía que las páginas que miraba, y que su dueño atesoraba, hoy valdrían una fortuna en cualquier exposición de comics  del mundo.

En una de esas ocasiones, me compró una revista de Superman, sin saber que estaba sellando mi destino como fanático coleccionista del personaje por los próximos 50 años.

Esta era la tapa original de la revista que papá me regaló. Era el Superboy Nº 71 de Marzo de 1959 en la edición USA. Llegaba la traducción vía Mexico exactamente un año después, así que yo acababa de cumplir mis 8 años.

Esta era la tapa original de la revista que papá me regaló. Era el Superboy Nº 71 de Marzo de 1959 en la edición USA. Llegaba la traducción vía Mexico exactamente un año después, así que yo acababa de cumplir mis 8 años.

A veces las cosas se complicaban. Debo mencionar que por entonces yo me había convertido también en un incipiente cineasta y la culpable era mamá, quien solía llevarme como acompañante al Cine Unión, donde los días miércoles daban tres películas consecutivas.

Cuando salíamos de casa con papá, la ida nocturna al cine no estaba siquiera definida pero mis esperanzas estaban cifradas en ella. De modo que, cuando comenzaba a atardecer, mientras esperaba en el auto que papá terminara sus negocios, los minutos se alargaban interminablemente. Yo, por supuesto, no iba a decirle nada, porque ese era mi estilo y porque él estaba haciendo cosas importantes. Pero la imagen mental de las luces de la sala cinematográfica apagándose o el león de la Metro iniciando sus rugidos sin mí, era más de lo que podía soportar. En un par de oportunidades, cuando él regresaba al auto casi de noche, me veía con un par de lagrimones rodando por la cara…

“¿Qué te pasa? ¿Estás bien?” preguntaba. Silencio, más lagrimones…

“¿Te duele algo?” Movimiento negativo de cabeza.

“¿Tuviste algún problema en el colegio?” Nuevo movimiento negativo

“¿Iban a ir al cine esta noche?” Ahora sí, movimiento afirmativo de cabeza.

“Pero ¿por qué no me dijiste nada?”… Silencio. Secado de lágrimas…

Y allí partía a toda velocidad para depositarme en casa, y, con un poco de suerte, frente al incomparable león de la Metro, la inalcanzable montaña de la Paramount o el inolvidable gong de Rank Organization.

Pobre papá. Que paciencia me tenía…

Oscar Montani (Sobrino)

Oscar Montani

(Sobrino)

 

De izquierda a derecha: Oscar Montani, su hijo Silvio y su papá Juan Montani (Juanin ó Gioanin), hermano mayor de Mario J.

De izquierda a derecha: Oscar Montani, su hijo Silvio y su papá Juan Montani (Juanin ó Gioanin), hermano mayor de Mario J.

Por mi parte y como anécdota destacable,  recuerdo la siguiente:

Un día del segundo semestre del año 1958 (no puedo ser más preciso con esta fecha), yo tenía 14 años y recientemente había cobrado mi primer sueldo como Cadete en la firma P. Ingles e Hijo.

El importe de lo percibido lo invertí en unos regalitos para mis padres y hermanos y con el resto fui a comprarme Un par de botines de futbol.

Ingreso a la casa de deportes y me encuentro al Tío Mario que estaba hablando con el dueño sobre etiquetas para los artículos.

Obviamente lo saludé y pasé al mostrador donde me atendió un empleado.

Elegí un par de botines que me encantaron, pero cuando el vendedor me dice el precio, vi que no llegaba con el resto del sueldo que llevaba celosamente cuidado en mi bolsillo.

Al solicitarle un modelo más económico, el Tío se arrima al vendedor y le dice que me dé el par elegido, que él paga la diferencia.

En un principio no se lo quise aceptar diciéndole que no correspondía, luego de unas explicaciones se lo acepté con la condición de devolvérselo al cobrar el mes siguiente y por último me convenció diciéndome que Él me quería hacer ese regalo.

Se imaginarán lo que significó para mi ése acto amoroso del Tío, en éste momento se me están cayendo unas lágrimas por la emoción que me produce el recordarlo y supongo que por todo eso, fue lo primero que recordé de Él.

Deseo que Uds. y familia se encuentren bien, al igual que por estos pagos.

Les pido disculpas por no contestarles antes, soy un poco duro para escribir…….ja…ja… al decirles que me cuesta escribir, recuerdo las extensas cartas familiares que escribía el tío con carbónico para enviarnos a cada uno de la familia….. ¡QUE TIPAZO!.

Un gran abrazo.

Oscar.

Oscar y su esposa, Lita, junto a Mario R. Montani y familia, en Mendoza

Oscar y su esposa, Lita, junto a Mario R. Montani y familia, en Mendoza